LEIBNIZ FRENTE A SPINOZA
Una interpretación panorámica
Leticia Cabañas (Editora)
Un nuevo intento sobre la relación filosófica entre G.W. Leibniz y B. Spinoza. Después de tres siglos de haber tenido lugar la disputa intelectual entre ambos pensadores aún sigue teniendo interés analizarla. A lo largo de este amplio periodo se han escrito multitud de libros y artículos intentando establecer detalladamente el carácter profundo de este fructífero contacto filosófico. La evaluación de esta relación ha ido cambiando históricamente, desde la tesis de que hubo una significativa influencia de Spinoza sobre Leibniz, hasta la tesis contraria, de que cuando Leibniz leyó a Spinoza ya tenía diseñados los rasgos fundamentales de lo que sería su pensamiento definitivo. A medida que se va conociendo la obra completa de ambos autores, esta discusión va adquiriendo perfiles y matices nuevos. A estas alturas, al menos dos tesis pueden ser asumidas: (1) que Leibniz discrepa en aspectos fundamentales del pensamiento de Spinoza y (2) que tuvo un serio interés filosófico en discutir el pensamiento del holandés. ¿Por qué si hubo en la posición definitiva de Leibniz tal discrepancia, se mantuvo a la vez ese intenso interés por su filosofía? Esta pregunta se agudiza si se tiene en cuenta la situación socio-cultural de cada uno de ellos. Mientras Spinoza pagó ampliamente ante la sociedad de su tiempo su libertad y heterodoxia de pensamiento, Leibniz estaba ligado a la política y la diplomacia, por lo que cualquier ruptura o relación políticamente «incorrecta» podía perjudicar la eficacia de su labor como diplomático.
Esta pregunta es una de las que se debate en este volumen. Evidentemente no es este el lugar para intentar una respuesta detallada de la misma, pero sí se pueden apuntar algunas líneas por donde habría que buscarla. En primer lugar, Leibniz vio probablemente en la obra de Spinoza un potente sistema filosófico que cuestionaba desde la misma raíz algunas de las tesis básicas que Leibniz tenía por irrenunciables. Y esto con un rigor y coherencia que suponían realmente un reto a la altura de la mente leibniziana. El intelecto de Leibniz exhibió durante toda su vida un espectacular interés por abordar nuevos problemas, nuevos retos, nuevos desafíos, no solo en el terreno filosófico, sino en todo ámbito del saber donde hubiera una dificultad que resolver. La productividad y creatividad de Leibniz en todos los terrenos teóricos y en muchos ámbitos prácticos está fuera de toda discusión. Hasta el punto de que después de él, pocas mentes ha producido la cultura occidental con semejante originalidad en tan diversos ámbitos del saber.
Siendo así, Leibniz tenía ante sí una inteligencia a su altura, un reto realmente desafiante para él, al que de ninguna manera podía dejar pasar. Y esto tanto por motivos personales (un reto a su inteligencia creativa) como por motivos filosóficos (estaban en cuestión algunas de las tesis firmemente establecidas en la cultura europeo-cristiana). Se plantea de este modo una de las ocasiones históricas en que dos grandes genios de la humanidad coinciden en el tiempo y tienen oportunidad de un enfrentamiento directo. Así ocurre en momentos como los de Platón y Aristóteles o Hegel y Schopenhauer. Se trata, pues, de un momento privilegiado para la historia del pensamiento occidental. En el caso particular de Leibniz, su prodigiosa capacidad intelectual le lleva a repetir esta situación excepcional en sus disputas con intelectuales de la talla de J. Locke o de I. Newton. Si a esto añadimos los contactos y discusiones directas de Leibniz con Th. Hobbes, N. Malebranche, R. Boyle, Ch. Wolff, J.B. Bossuet, P. Bayle, A. Arnauld o J. Bernoulli, podremos estar de acuerdo en que con la obra de Leibniz estamos en un momento clave de la configuración de la modernidad. Esto explicaría, pues, el interés intenso de Leibniz por una obra con la cual discrepaba en tesis esenciales.
En segundo lugar, este interés pudo estar alimentado por la cercanía que en determinados aspectos pudo detectar Leibniz respecto al pensamiento spinozista. Mucho se ha discutido sobre esta cuestión, y al respecto se han mantenido las más variadas posturas. La tesis de que Leibniz se vio a sí mismo peligrosamente cerca de Spinoza resulta verosímil, dadas las raíces filosóficas que compartían. Aparte de las corrientes filosóficas que cada uno asumió a su manera y de modo específico, hay una referencia filosófica decisiva para todo el siglo XVII que es el cartesianismo. Descartes había transformado el modelo de racionalidad predominante entre los intelectuales europeos, en el marco de la configuración de las incipientes ciencias modernas. Con su obra reorientó el sentido de la cultura europea, independientemente de la valoración que esto merezca. El cartesianismo era el modelo de referencia para los intelectuales del siglo XVII, acerca del cual había que posicionarse. Y esto en el contexto de otras múltiples influencias, presiones, oportunidades, nuevas posibilidades, exigencias históricas, etc.
- Editora
- Leticia Cabañas
- Colección
- Filosofía Hoy
- Número en la colección
- 51
- Materia
- Filosofía
- Idioma
- Castellano
- EAN
- 9788490451557
- ISBN
- 978-84-9045-155-7
- Depósito legal
- GR. 653/2014
- Páginas
- 360
- Ancho
- 17 cm
- Alto
- 24 cm
- Edición
- 1
- Fecha publicación
- 27-03-2014