LA POLÉMICA SOBRE LA KABBALAH Y SPINOZA

Moses Germanus y Leibniz

(Autora)

Prólogo
Siempre he pensado que las mejores obras son las que pueden sintetizar en pocas líneas las cuestiones fundamentales que el autor desea tratar. En el caso de la obra de mi querida amiga, la Dra. Lourdes Rensoli Laliga (a la que conozco como Dina) este objetivo se cumple por completo.
He leído su obra varias veces y siempre he admirado su capacidad de trabajo y sobre todo el valor como texto de investigación para futuros estudiosos del tema. Aunque la obra tiene como hilo conductor, el pensamiento de Johann Peter Spaeth o Moses Germanus (1630/1640-1702) y el gran error en el que incurrió Leibniz al valorarlo, creo que es importante destacar los diversos ejes intelectuales hacia donde la autora nos conduce.
Creo que esta obra contiene diferentes temas, profundamente relacionados:
La aparición de un fuerte filosemitismo en el Renacimiento, cerca del cual estaba Leibniz.
La influencia de la Kabbalah sobre la mística y la filosofía cristianas.
Las transformaciones del cristianismo hasta llegar a sus radicalismos más próximos al judaísmo (socinianismo, sabatarianismo, etc.).
Los cambios y conversiones religiosas de grandes pensadores europeos de los siglos XVII y XVIII, sobre los que se pronunció Leibniz con tanta cautela.
La relación entre el judaísmo y el cristianismo, tema recurrente entre los estudiosos.
La Dra. Rensoli cita con profusión de fechas y nombres los más importantes personajes que dieron forma al espíritu intelectual de la época, por lo que, para no agregar más información a la que la autora presenta, espero que el lector me permita analizar las líneas generales de los grandes temas que se tratan en esta obra.
El primer asunto que ha sido una obsesión intelectual permanente a lo largo de mi vida es la relación entre el judaísmo y el cristianismo. Cuando el cristianismo en el siglo II optó por incorporar definitivamente el Antiguo Testamento a su canon enfrentando las teorías de Marción (86-150), se vio vinculado para siempre con el judaísmo. Podríamos quizás ir más allá, y pensar que, como el propio Rabí de Nazaret fue, es y será judío, en realidad el cristianismo nunca podrá escapar del judaísmo contenido dentro de su esencia religiosa. Como me dijo mi gran amigo el Dr. Carlos (Najmán) Escudé, convertido al judaísmo hace un tiempo (2008), cuando a la Biblia y a la ética cristiana les extraes la posibilidad de que Jesús haya sido el Redentor, lo que te queda del cristianismo es indudablemente el judaísmo.
Probablemente el descubrimiento de mi amigo, que comparto en forma plena, fue un suceso central en el pensamiento de Moses Germanus. Indudablemente a lo largo de la historia, miles de cristianos se sintieron judíos, pero no pudieron expresarlo públicamente debido a las persecuciones organizadas por la Iglesia Católica.
Cuando se quiebra el monopolio confesional a partir de la experiencia luterana y con la expansión y división de miles de grupos cristianos diferentes, se comienza a leer nuevamente la Biblia Cristiana y se redescubre la historia del «Pueblo de Israel». La mayor revolución intelectual de la época se desarrolla cuando muchos intelectuales cristianos toman conciencia de la cercanía ética e histórica que tiene el cristianismo en relación al judaísmo.
Es en ese instante cuando comienzan las reformas y rectificaciones necesarias en la búsqueda del cristianismo primitivo. ¿Pero no es el cristianismo primitivo en realidad «judaísmo»? Si Jesús es judío, ¿qué es un cristiano? ¿No es un seguidor de un maestro judío? En consecuencia ¿un cristiano no es en realidad un judío? Ya lo dice otro judío en el NT «Es judío quien lo siente en su corazón» (Romanos 2:29). No existe en el Canon del NT una definición de quién es un cristiano, pero sí de quién es realmente judío. Simplemente porque los primeros seguidores de Jesús fueron judíos que se sintieron judíos hasta su muerte. Si el cristianismo primitivo es en realidad el judaísmo, ¿qué sentido tiene continuar siendo cristiano? Esta fue la lógica que siguieron muchos de los pensadores, que como Johann Peter Spaeth (o Moses Germanus) quisieron acercarse a la más pura verdad de la Torá.
En segundo lugar, quiero hacer referencia a otro hecho que me resulta interesante y es el estudio de una serie de pensadores a lo que la autora clasifica como «judaizantes». ¿Quiénes fueron estos judaizantes? En el texto de la obra, aparecen tanto los convertidos al judaísmo por seguir el camino lógico que hemos expuesto como muchos descendientes de conversos cuyas familias siguieron practicando ciertas tradiciones criptojudías.
Uriel D’Acosta o Isaac Orobio de Castro, fueron pensadores que, huyendo de las persecuciones inquisitoriales, terminaron sus vidas abiertamente como judíos. En el caso de Orobio de Castro, como un judío institucional que asumía su judaísmo dentro del marco estricto de la Comunidad de Ámsterdam. En el caso de Uriel D’Acosta, como un librepensador que deseaba «purificar el judaísmo» de las tradiciones rabínicas porque entendía que el judaísmo rabínico había distorsionado la verdad de la Torá como lo había hecho el cristianismo, quizás en menor medida que el cristianismo, pero que existían distorsiones fariseas de la Torá. Orobio defiende el judaísmo después de ser perseguido por la Iglesia; Uriel D’Acosta defiende el librepensamiento a pesar de los controles institucionales de la congregación judía. Probablemente dos formas de comprender el judaísmo. Ambas fueron dos defensas apasionadas del judaísmo. Una defensa (la de Orobio de Castro) a través de la consolidación de la comunidad institucional; en cambio D’Acosta defiende el valor del librepensamiento como el eje del desarrollo cultural del judaísmo. Ahora bien: lo que me ha llamado la atención de la autora es que haya unido dentro del grupo de «judaizantes» a los dos sub-grupos: el primero, el de los criptojudíos; el segundo, el de aquellos cristianos educados como tales y que llegaron al judaísmo a través de su propio desarrollo intelectual. Creo que es importante para el lector comprender las posibles razones por las que la autora une a estos dos subgrupos.
Por una parte, la historia de los criptojudíos es muy trágica porque, por una parte regresan al judaísmo tras conversiones forzadas al cristianismo, en España o Portugal para no morir quemados por el Santo Oficio, pero por la otra, generalmente ya desconocen las normas de la vida judía, que a veces les chocan. Pero la historia de los cristianos que llegaron al judaísmo por sus propios razonamientos intelectuales es doblemente trágica, porque, por una parte, fueron rechazados por el mundo cristiano como «traidores», «incomprendidos» o «alucinados», pero por la otra, también fueron rechazados muchas veces por las congregaciones judías establecidas por diversas causas. Es posible que ese carácter trágico haya sido el fundamento del librepensamiento que generaron estas figuras.
Ahora sí me gustaría entrar de lleno a la biografía de Moses Germanus, el eje central de la obra de la Dra. Rensoli. Lo que me parece importante de su historia y la evolución de sus ideas, es que nace dentro de la una familia de tradición católica, y que estudia en la Orden que tenía en sus manos la lucha contra la Reforma: los jesuitas. Fue entonces, estudiando a Jacob Böhme, cuando llegó hasta las máximas profundidades de la mística cristiana. Sin embargo, cuando profundizó en dicha mística se encontró con la Kabbala o la mística hebrea. Cuando profundizó en el NT, se encontró con el AT; cuando profundizó dentro del cristianismo primitivo, se encontró con el judaísmo, y cuando ingresó en la mística cristiana también se encontró con otro tipo de judaísmo: la Kabbalah.
En realidad todos los caminos lo conducían a Jerusalén. Como dice magistralmente la autora: «De ser fundamentado lo que creen los cristianos, es decir, que Jesús libró a los hombres del Pecado original, entonces la humanidad, o al menos los seguidores de Jesús como Cristo deberían vivir en el estado anterior a la caída y, por consiguiente, el mal tendría que haber desaparecido, cosa falsa de forma evidente. Estas fueron para él pruebas concluyentes de la verdad del Judaísmo con respecto al Cristianismo».
Aunque estudió bastante la Kabbalah, Moses Germanus llegó a la conclusión que el misticismo judío es una distorsión del judaísmo original. Con la Kabbalah se filtraron elementos paganos dentro del judaísmo que debían ser extraídos. La cuestión de los elementos paganos que ingresaron al judaísmo a través de la historia es muy extensa y es un trabajo muy grande para los investigadores establecer las épocas de dichas influencias. Tomando en cuenta la antigüedad del pueblo de Israel, podríamos comenzar diciendo que podemos tener influencias egipcias, babilonias, persas, griegas, romanas, y de diversos pueblos. ¿Es posible llegar a comprender al judaísmo como un «judaísmo puro»? ¿Existe una pureza cultural o religiosa dentro del judaísmo sabiendo como sabemos de las diversas influencias históricas?
Indudablemente esto constituye una fantasía, pero aquellos cristianos que, escapando de lo que ellos consideraban la mitología pagana dentro del cristianismo, se acercaban al judaísmo, lo hacían con la sospecha de que también el judaísmo en cierto modo tendría ciertas influencias paganas. Si llegaron al judaísmo por la «despaganización del cristianismo» (la desmitologización de Bultmann), pretendían la «despaganización del judaísmo». En el caso del cristianismo, su paganización es evidente; sin embargo, en el caso del judaísmo, la cuestión es más problemática por su antigüedad.
Ahora bien, decir que la Kabbalah es una forma de paganización del judaísmo, nos puede llevar a la conclusión de que toda la Torá proviene de ciertas influencias culturales paganas (la egipcia, indudablemente) que hacen que el judaísmo pueda tener un origen pagano. La lógica nos llevaría hasta el primer patriarca Abraham, que nació dentro de una familia pagana. Pese a nuestro análisis, nos queda muy clara la pretensión de estos conversos cristianos al judaísmo, ya que su deseo más intimo fue la búsqueda de la esencia bíblica que la encontraron dentro del judaísmo y que, ya incorporados dentro de la congregación hebrea, pretendieron en muchos casos tratar al judaísmo como lo habían hecho con el cristianismo anterior.
Dice la Dra. Lourdes Rensoli sobre Moses Germanus: «Algún tiempo después –y esto constituye un escollo difícil de salvar– M. G. se manifiesta no sólo decepcionado de la Kabbalah luriánica, sino prevenido en su contra y llega a declarar que ésta no expresa la naturaleza del verdadero Judaísmo».
Parece ser que muchos de los conversos al judaísmo sentían cierto aprecio por las doctrinas del movimiento saduceo, y podemos pensar, como lo hacen muchos investigadores en la actualidad, de un regreso al caraísmo en muchos de ellos. Si existió una tendencia al caraísmo dentro de aquellos pensadores, indudablemente no solamente se ponía en duda la tradición oral judía (Talmud), sino que la Kabbalah sería una parte importante de esa mitologización del judaísmo.
La literalidad luterana y de otras ramas protestantes fue la clave de que muchos de ellos abandonaran la Iglesia Católica, y esa misma literalidad ahora se constituía en la clave de lucha contra el rabinismo fariseo para buscar la esencia de la Torá. El luteranismo llevó a estos conversos al caraísmo. Si literalmente Jesús de Nazaret dice en el NT que él no vino a abolir la Torá ni los profetas (Mateo 5:17-20), y esto hizo que muchos regresarán al judaísmo, ahora la literalidad textual del AT los situaba al margen del judaísmo rabínico y con una clara tendencia hacia formas cercanas al pensamiento saduceo.
La autora se pregunta las razones por las cuales Moses Germanus hace tantos cambios religiosos en períodos tan cortos, pero su respuesta es contundente: porque piensa que es posible que al profundizar en cada uno de estos grupos podía llegar a comprender los problemas de cada sistema religioso en particular. Leibniz hubiera podido sacar gran provecho de las ideas de Moses Germanus si hubiera intentado comprenderlo mejor.
Aunque la autora no sea consciente de la magnitud de su trabajo, esta obra influirá mucho sobre el pensamiento de ciertos creyentes que se sienten sin respuestas suficientes en el mundo que vivimos, y así como Moses Germanus dio un salto importante entre su educación cristiana y las raíces judías de su fe, así muchos están redescubrimiento dentro del judaísmo, la ética más profunda de la Torá, y el pensamiento judío de donde se nutrió toda la predicación del Rabí de Nazaret.
Quiero agradecer a la autora la posibilidad que me ha brindado para escribir este prólogo y una vez más, pero de manera escrita, dejar constancia de mi admiración intelectual.


Mario Javier Sabán
Tarbut Sefarad (http://www.tarbutsefarad.com)
1 de enero de 2011 (año 5771)

Agradecimientos
Quiero expresar mi profunda gratitud a cuantos han contribuido de algún modo a la realización de este ensayo, pues no es más que eso: un previo intento de abordar un tema vasto y profundo:
Al Rabino Haim Frim, del Instituto Gal Enai, de Safed, Israel y a su Maestro, el Rabino Yitzak Ginzburg, por sus lecciones sobre Kabbalah, en especial la del ARIZAL
A mi estimado amigo y colega, el Prof. Mario Sabán, por su prólogo y su cooperación
Al admirado Dr. Jaime Dromi, especialista en historia judía
A dos leibnizianos de pura cepa: los profesores Leticia Cabañas, siempre dispuesta a colaborar, y Bernardino Orio de Miguel, quien desarrolló en solitario este tipo de estudios durante más de dos décadas
Al Prof. Juan Nicolás, por su comprensión y por los materiales facilitados, extensivo a Laura Herrera Castillo
Al Prof. Mogens Laerke, por sus sugerencias bibliográficas y el intercambio de ideas
Al Prof. Harmuth Rudolf, que me animó a emprender este trabajo.

Introducción
Un certain Allemand, natif de Souabe, devenu Juif il y a quelques années, et dogmatisant sous le nom de Moses Germanus, s’étant attaché aux dogmes de Spinosa, a cru que Spinosa renouvelle l’ancienne Cabala des Hebreux; et un savant homme, qui a réfuté ce prosélyte juif, paroit être du même sentiment.
G. W. Leibniz

Cuando Leibniz escribía las líneas anteriores, Moses Germanus (nacido como Johann Peter Spaeth) había muerto hacía pocos años en Ámsterdam, en 1701, según refieren testimonios epocales, con alguna disensión que no parece fundamentada. Muy posiblemente, Leibniz ignoraba su muerte, o se la habrían comunicado de pasada. Dichos acontecimientos circulaban como noticias en cartas entre filósofos y hebraístas, pero, de haberlo sabido en aquel momento, Leibniz lo hubiera mencionado, como hizo con otras figuras conocidas. La nota de Théodicée tiene las características de un comentario sobre alguien cuyos pormenores importantes se mencionan como premisa de discusiones de mayor envergadura. Pero Leibniz no acostumbraba a mencionar aquello que no tuviera verdadera importancia para él.
No debe pensarse que este prosélito judío es una figura de poca monta en el siglo XVII ni en las preocupaciones leibnizianas. Además del interés que sus ideas o su vida pueden suscitar por sí mismas, constituye un elemento indispensable en la valoración sobre Spinoza no sólo de Leibniz sino de toda su época y aun de la posteridad.
La condición de ateo (o no) de Spinoza y la posible huella de la Kabbalah judía en la Ética fueron objeto de análisis, y también de una polémica cuyos protagonistas principales fueron Johann Georg Wachter y Johann Peter Spaeth, ya convertido en el judío Moses Germanus y que fue vertida en la obra Der Spinozismus im Jüdenthumb, publicada en Ámsterdam en 1699, seguida por el Elucidarius Cabalisticus, en el que Wachter se retracta de las ideas expuestas en la obra anterior. Como es sabido, la lectura del Elucidarius Cabalisticus de Wachter generó a su vez el escrito de Leibniz conocido como «Réfutation inédite de Spinoza». Leibniz no leyó la obra precedente aunque tuvo noticias de ella y aceptó las ideas que conoció.
Quien haya profundizado en la influencia ejercida por Spinoza sobre Leibniz, muy reconocida hoy , comprenderá que no se trata de un aspecto ni mucho menos secundario. Leibniz, de mente muy abierta hacia todas las doctrinas, no aceptaba sin embargo superchería alguna, y no faltaban quienes acusaban a la Kabbalah de ser una suerte de magia, blanca o negra, o de algo peor, como hubo más tarde quienes pretendieron, en nombre de un racionalismo extremo, reducirla a una sarta de supersticiones. En esos bandos no se contaba Leibniz.
Se trataba entonces de determinar la huella de esta disciplina en la filosofía, y en la religión cristiana, y su eficacia para el conocimiento . Es conocido que el propio Leibniz estuvo influenciado por la Kabbalah luriánica, aunque, en todo caso, dicha influencia no provino de Spinoza sino de la obra editada por Knorr von Rosenroth, Franz Merkur Van Helmont y –hoy lo creemos así– por Spaeth, aún no convertido al Judaísmo. Leibniz nunca tuvo la Kabbalah por banal ni por supersticiosa y sus testimonios, los conceptos que maneja y el origen de estos dan fe de ello .
Hay que añadir que Leibniz, ecuménico e irénico, se interesó sobremanera en el fenómeno de la conversión religiosa, sus motivaciones y las condiciones en las que puede considerarse (o no) un serio esfuerzo por hallar un camino hacia Dios mejor que el que se posee o se poseía originalmente , además de defender el derecho a elegir el modo de vivir las convicciones religiosas . Es conocido que afirmó con toda claridad que pocas doctrinas eran, a su juicio, desechables .
El caso de Spaeth fue una de las conversiones más resonantes del momento. Moses Germanus estaba muy relacionado con Philipp Spener y los pietistas y nadie ignora la importancia del Pietismo ni de la correspondencia de Leibniz con Spener ni de sus nexos con otros pietistas como Johann Wilhelm Petersen, amigo personal de Spaeth antes de su conversión al Judaísmo y al que Leibniz se refería elogiosamente en 1702, poco después de la muerte de Spaeth . Otro corresponsal de Leibniz, el orientalista y Bibliotecario del Rey de Prusia Mathurin Veyssière La Croze, a juzgar por sus comentarios, estaba bastante familiarizado con las características de Moses Germanus, cuya labor intelectual era además notable, y lo admiraba. No se olvide a Daniel Ernst Jablonski (1660-1741), que escribió en 1701 una carta a Leibniz en la que se refiere a Moses Germanus . Leibniz por su parte llama «amigo» tanto a Knorr von Rosenroth como a Franz Merkur Van Helmont .
Había varios conocidos comunes, pues a los dos anteriores se sumaban el mencionado Wachter, Jaques Basnage, Franz Merkur Van Helmont, Jean Le Clerc, Andreas Carolus, Johann Franz Buddeus y Richard Simon; entre los ingleses, Henry More y Lady Conway, quienes, en diversas formas, se relacionaron con la Kabbalah y algunos directamente con Moses Germanus. Leibniz procuraba estar al tanto de los hallazgos y afirmaciones (a favor o en contra del Judaísmo) de los hebraístas cristianos, y del pensamiento de algunas figuras señeras judías, como Maimónides, cuya filosofía le interesaba sobremanera, hasta dejar su huella en la Théodicée , sin olvidar su fructífero contacto personal con el matemático y astrónomo Raphael Levi . Resulta curioso que no haya conocido a Moses Germanus (M. G. en adelante) de forma más directa.
Leibniz no era en lo absoluto ajeno a la profusión de movimientos de distinto sello, situados más o menos dentro del Protestantismo, para hablar grosso modo, como Armínianos, Menonitas, Calixtinos, Socinianos, Colegiantes, Novatores, Buscadores, Cuáqueros y Milenaristas diversos . Desde joven los conocía y no poco influyó en su amplitud mental el hecho de haber obtenido su doctorado en Mainz, importante centro sociniano. A ellos también habían estado vinculados algunos discípulos de Spener y de Van Helmont y el propio M. G. antes de su definitiva conversión al Judaísmo. Sus escritos, dirigidos a mostrar que no hay antagonismos esenciales e insolubles entre las Confesiones cristianas y los diversos movimientos, y sus infructuosas pero reiteradas gestiones a favor del ecumenismo con personalidades diversas dan fe de ello.
El complejo panorama filosófico y religioso que ofrece la Europa del siglo XVII no sólo muestra –además de la maduración de muchas ideas y la aparición de nuevos conceptos– la permanente vinculación entre filosofía y religión, sino las frecuentes introducciones de nuevos puntos de vista en las confesiones Evangélicas –hecho menos común y resonante en la Iglesia Católica– y las conversiones que se producían en todas las direcciones posibles, fuese del Catolicismo a alguna confesión Protestante o de una de estas últimas a otra de ellas o al Catolicismo. A menudo se observa un desconcierto, como un tanteo entre religiones y puntos de vista opuestos, que se enfrentan o se intentan conciliar en todo o en parte, que preludia la crisis del siglo XVIII. M. G. parece resumir con su vida y sus búsquedas la primera fase de esta crisis.
Gottfried Wilhelm Leibniz fue uno de los tantos que, empeñados en reducir en la mayor medida posible los antagonismos religiosos a controversias conceptuales y doctrinales al servicio del saber, de la comprensión mutua y de la armonía social, se esmeró en elaborar una doctrina ecuménica esencialmente satisfactoria para todas las confesiones cristianas, y algo quizás menos realista, pero de mayor trascendencia: esbozar un proyecto irénico de unidad en la diversidad religiosa cuyos antecedentes inmediatos estaban en Jan Amos Comenius (El Laberinto del mundo y el Paraíso del Corazón). Sus antecedentes mediatos se arraigaban en la Edad Media, en la etapa de consolidación de Europa: bajo una aparente apologética, Yehuda Halevi (El Cuzary) y Abelardo (Diálogo entre un filósofo, un judío y un cristiano). Más abiertamente, Raimundo Lulio (Libro del gentil y los tres sabios), Nicolás de Cusa (La paz de la fe), eran otros tantos antecesores, cada uno desde una perspectiva diferente.
En la época de Leibniz, también habían seguido este camino algunos hebraístas cristianos y otros teólogos. La reticencia personal de Leibniz hacia las conversiones no le impedía ser tolerante con ellas , sentimiento también expresado alguna vez por Moses Germanus en su etapa cristiana. Son conocidas las indagaciones leibnizianas acerca de diversas religiones, en especial el Confucianismo entre las existentes en China, al que valoró altamente como equiparable al Cristianismo en cuanto a eficacia moral para regular la vida humana, y muy cercano desde el punto de vista conceptual. El desconocimiento epocal no le permitió evaluar con objetividad otras religiones orientales de las que tuvo referencias, aunque escasas.
Hubo también, por supuesto, conversiones –generalmente forzadas– del Judaísmo al Cristianismo. Mucho más escasas fueron sin embargo las conversiones del Cristianismo, católico o protestante, al Judaísmo. Pero sin duda las hubo, y no pocas, como se mostrará, a pesar de las crueles medidas represivas que amenazaban a quien tomara esta decisión. Inclusive las hubo al Islam , aunque no se abordan en este trabajo. Se renovó también el interés hacia las religiones no cristianas, como muestra la cantidad de notables intelectuales de entonces dedicados al Orientalismo, fuese en el ámbito lingüístico o teológico . Para condenar, valorar positivamente, matizar, vincular o escindir, para malinterpretar y hasta propagar, pero siempre estudiar. De ahí proviene también la profusión de literatura sobre China y sus religiones autóctonas generada por la obra misionera de los jesuitas y de otras órdenes católicas y –en menor medida– sobre otras regiones del Extremo Oriente.
Entre los casos de conversión al Judaísmo, procedentes de todos los estratos sociales, realmente notables en su mayoría y –contrariamente a lo que creyó Martin Luther– no motivadas por el proselitismo , se destacó el hebraísta y filósofo germano Johann Peter Spaeth , contemporáneo de Leibniz, cuyas inquietudes teológicas lo llevaron a oscilar entre el Catolicismo y el Protestantismo luterano hasta romper con el Cristianismo y convertirse finalmente al Judaísmo, tras lo que adoptó el nombre de Moses Germanus, con el que fue conocido por la posteridad. En su época, no fue en lo absoluto una figura de segunda categoría, aunque la historia –o más bien, buena parte de los historiadores de la filosofía y del pensamiento en general, en los siglos XX y XXI– no le haya hecho aún la justicia debida. Los brillantes estudios existentes desde finales del siglo XX son sin embargo escasos. El propio Leibniz dejó escrito, según se ha registrado al inicio: «s’étant attaché aux dogmes de Spinoza». Afirmación errónea a la que habrá que referirse.
Antes y después de su conversión al Judaísmo, Spaeth participó de forma muy activa en numerosas polémicas epocales y se familiarizó con diversas corrientes religiosas, vinculadas todas al Protestantismo. Entre las primeras, resultan más conocidas las referentes al Judaísmo, el Cristianismo y la Kabbalah, que condicionaron y fueron condicionadas por las propias búsquedas y cambios de religión del propio Spaeth. Fue un polemista apasionado, exagerado a veces, pero nunca dejó de proporcionar al contrincante razones fundamentadas. Menos conocida es su discutida participación en la edición de la Kabbalah Denudata (Suzbach, 1677) junto a sus amigos Franz Merkur Van Helmont y Christian Knorr von Rosenroth.
Como ya se ha señalado, fue decisiva la intervención de M. G., junto a Jacques Basnage (1653-1723) y por supuesto, Johann Georg Wachter (1663-1757) , en la valoración de Baruch Spinoza como cabalista, o al menos, conocedor de la Kabbalah que habría vertido en la Ética sus saberes en ese ámbito. Dicho punto de vista se abrió paso en su momento –Leibniz da testimonio de ello– y subsiste.
En otras palabras: tales controversias muestran que, además de los fines religiosos, se buscaba el grado de influencia de la Kabbalah en la filosofía (y viceversa) y no es extraño que interesara tanto una de las concepciones más modernas y audaces de entonces, aunque fuese la de un judío excomulgado. Una característica importante de la época –en la Europa cristiana– era la antítesis entre un pronunciado antisemitismo y un nada escaso filosemitismo que llegaba hasta la idealización del Judaísmo, puntos de vista no limitados a los hebraístas sino extendidos entre todas las capas de la sociedad, si bien el segundo era menos frecuente entre los sectores de poca instrucción .
Pero también Spinoza fue uno de los primeros autores que separaron el análisis de la religión de la dimensión confesional y de los que alzaron entonces sus voces por el derecho de los judíos a un Estado propio (en esto M. G. siguió sus pasos, aunque no se adhirió a todas sus ideas, como creyó Leibniz), a la luz de un acontecimiento tan impactante como la revuelta de Sabbetai Zevi, el falso Mesías , y los debates acerca del Quiliasmo y los Milenarismos. Problemas abordados por Leibniz quien, no por pronunciarse a veces en forma sumamente discreta, dejó de ocuparse de ellos y de dejar constancia a ese respecto.
El Judaísmo poseía la curiosa característica de ser la única de las religiones conocidas cuyos fieles en su totalidad vivían bajo el poder de Estados con leyes vinculadas con otras religiones. El Judaísmo carecía de un Estado propio en el que imperara la Ley Mosaica, o al menos una legislación derivada de ella y adaptada a los tiempos, de modo que se demostrara ante el mundo su actual eficacia civilizadora y reguladora de un país, y que existiera un poder político capaz de amparar y de representar a los judíos . En los países cristianos se consideraba que, cuanto había que saber sobre este respecto, se hallaba en la Biblia y en los historiadores de inicios del Cristianismo.
ALGUNAS OBSERVACIONES SOBRE LA KABBALAH
No es posible abordar en este contexto una disciplina tan compleja y multiforme como la Kabbalah judía y, como reinterpretación de ésta, la Kabbalah cristiana. Sólo se ofrecerán algunos elementos que permitan al lector no adentrado en el tema elegir entre la abundante bibliografía existente, parte de la cual se recoge al final de este trabajo .
Kabbalah significa tradición, en el sentido de lo que se recibe, lo que se transmite. Hay obras judías que emplean este término sin pretender tratar otra cosa que ciertas manifestaciones culturales y como han llegado hasta cierta época. El ejemplo clásico es el Sefer Ha-Qabalah, o Libro de la tradición de Abraham Ibn Daud (1110-1180), en el que la sucesión rabínica que el autor presenta pretende mostrar el peso de la tradición oral, la transmisión entre generaciones contra los judíos Caraítas, que hasta hoy reconocen como autoridad sólo a la Torah escrita.
Como mística judía por excelencia, constituida en disciplina de conocimiento profundo del universo y su dimensión trascendente, la Kabbalah está esencialmente vinculada con la elevación y perfeccionamiento espirituales, aplicados a la reparación de males terrenales propios y ajenos. La Kabbalah suele considerarse unida a la Torah oral, la Revelación ofrecida a los Patriarcas y Profetas, sin que por esto esté desvinculada en lo absoluto de la Torah escrita. La unidad entre ambas formas de la Torah constituye un principio del Judaísmo rabínico.
Como puede advertirse, existe –desde el punto de vista filosófico– una estrecha relación entre Kabbalah y prisca theologia, aunque dentro de los límites del Judaísmo . No porque se excluya al resto de las naciones de lo revelado por este tipo de saber, sino porque a la Kabbalah judía le interesa el modo primordial de la Revelación, entregado a ella. Su multiformidad histórica, el modo como subyace en otras culturas y otros pueblos, y su comprensión en el mundo de hoy son derivaciones importantes pero que sólo pueden abordarse cuando la Revelación misma se ha comprendido hasta donde el hombre es capaz de hacerlo.
Como disciplina independiente y sistemática, la Kabbalah surge en el sur de Francia, sobre todo en Provenza y se extiende enseguida a Girona a fines del siglo XII y principios del XIII , pero recoge una antiquísima tradición de investigación teosófica y de prácticas extáticas, realizadas todas ellas casi sin excepción en escuelas. El primer cabalista cuyo nombre se conoce probablemente sea Isaac el Ciego (fines del S. XII). Los libros fundamentales que contienen el saber cabalístico son el Sefer Yezira, el Bahir y el Zohar, atribuido este último a Moshé de León (Guadalajara o León, 1240-1290/1305) , aunque su contenido se ponga sobre todo en boca de Simón Bar Jochai o Yochai (Galilea, fines del S. I-primera mitad del S. II de la era actual), lo que hizo que se le considerase su autor durante mucho tiempo .
También sobresalió en esta primera etapa Abraham Abulafia (Zaragoza, 1240-?/1291) , autor de una doctrina muy original. Aunque Maimónides no se ha considerado tradicionalmente como un cabalista , Abulafia manifiesta que le debe sus conocimientos sobre esta disciplina . Su Kabbalah extática, basada en las letras del alfabeto hebreo, se diferencia de la Kabbalah teosófica, que pretende el conocimiento de lo Divino, sea en sí mismo o a través de la Creación .
Aunque las obras fundacionales de la Kabbalah han sido siempre las tres mencionadas, se ha retornado a ellas en busca de nuevos descubrimientos e interpretaciones. En el siglo XVI se abrió paso una nueva concepción, basada sobre todo en el Zohar, con el Rabino Isaac Luria (S. XVI), de origen centroeuropeo, nacido en Jerusalem, según cuenta la tradición, sobre todo el libro Shibhe ha-ARI , del que proceden muchas historias, reales o apócrifas, sobre Isaac Luria. Radicado en Safed, ciudad situada en el actual Estado de Israel, elaboró una doctrina coherente sobre la Creación (tzim-tzum), precursora, según se cree, de la idea del Big-bang, incluyendo el despliegue del universo, causado por la llamada «rotura de los vasos» (shevirat hakelim) y la reencarnación de las almas (gilgul), cuya concepción es sumamente compleja y admite una diversidad de opiniones, por cuanto en el Judaísmo no hay una sola perspectiva acerca del alma y su inmortalidad .
Del Infinito o Einsof proceden diez emanaciones que conforman el «árbol cabalístico» y cuyas conexiones son muy complejas. Otro concepto de marcada importancia en la Kabbalah es el de Adam Kadmon . Es pura Luz divina, resultante de la primera emanación, es decir, el compendio de las diez sefirot: el universo o macrocosmos; pero también se refiere al ser humano como fue inicialmente creado, microcosmos sin división en dos sexos, entidad dotada de alma inmortal y raciocinio en la que se contienen todos los seres humanos posibles, resumen del universo. En la Kabbalah resulta fundamental comprend

Autora
Colección
Nova Leibniz
Número en la colección
2
Materia
Filosofía
Idioma
  • Castellano
EAN
9788498368840
ISBN
978-84-9836-884-0
Depósito legal
GR. 3911/2011
Páginas
136
Ancho
17 cm
Alto
24 cm
Edición
1
Fecha publicación
07-11-2011
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