HISTORIAS SIN HISTORIA DE LA NATURALEZA HUMANA (AGATHA CHRISTIE)

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Nota del autor

Hacer explícito un pleonasmo y divagar en torno a una errata tal vez no sea la manera más ortodoxa de prologar el estudio de una novelista de misterio de la importancia de Agatha Christie. Pero lo sugerente de esta posibilidad nos ha empujado a tomarnos la libertad de propiciar este pequeño juego. El pleonasmo al que nos referimos aparece, evidentemente, en el título de nuestro trabajo: señalar a Agatha Christie como narradora de la «naturaleza humana» constituye una redundancia casi innecesaria, puesto que, si hablamos de manera rigurosa, toda la «literatura» no es más que el despliegue discursivo del sujeto, producido históricamente por el inconsciente ideológico burgués desde el surgimiento de las relaciones burguesas en las sociedades europeas a finales del XV hasta hoy. La configuración del sujeto como libre, autónomo, indeterminado y ahistórico conducía inexorablemente a la fijación y tematización de la «naturaleza humana» del «hombre», y en este sentido, decimos, no sólo Agatha Christie sino todos los escritores burgueses ?todos los escritores, si entendemos la literatura en estricto como producción ideológica burguesa? lo son de la «naturaleza humana», desde Garcilaso a Milton, desde Shakespeare a Camus, desde Moratín a Goethe o Malraux, por citar sólo una lista improvisada que igualmente podría incluir ?con los matices que se quiera? a los demás tipos discursivos segregados por las relaciones burguesas, desde el discurso filosófico al artístico o teórico, e incluso los discursos críticos construidos para explicar estos discursos. No haría falta pues, parece, definir a Agatha Christie como «narradora de la naturaleza humana», ya que esta definición no aporta ningún elemento significativo. Y, sin embargo, lo hemos hecho así porque la aparición de la «naturaleza humana» en los relatos de Agatha Christie no constituye únicamente un paisaje de fondo en el relato ?necesario y obligatorio pero no explícito? sobre el que se dibuja la historia, como ocurría en la serie holmesiana, sino que tiene una importancia decisiva y una tematización muy específica en las series narrativas de Poirot o Marple. No se trata sólo de que continuamente aparezca el propio término de «naturaleza humana» en boca de los detectives o de otros personajes como justificación o explicación de las acciones, sino de que esta «naturaleza humana» posee unas características específicas, perfectamente perfiladas, bien delineadas y trazadas. Trataremos en nuestro trabajo de mostrar estos perfiles de su dibujo, anotando el camino que Agatha Christie tuvo que recorrer hasta poder fijarlos nítidamente, e intentaremos registrar qué consecuencias se derivaron de su concepción de la naturaleza humana en relación con la figura del detective y la propia construcción de la novela policiaca.
La errata que propicia el juego está contenida en nuestra cita inicial: «Esta vez Marx se alarmó de verdad». En el volumen anterior hacíamos referencia al curioso episodio literario inventado por Baring-Gould consistente en insertar en su biografía de Sherlock Holmes un supuesto encuentro entre el detective y Carlos Marx, pues ambos eran coetáneos y vecinos, cercanos al Museo Británico. Pero si este encuentro resulta insólito, la presencia de Marx en la Autobiografía de Agatha Christie parece aún más sorprendente que el artificio de Baring-Gould, no sólo por la lejanía ideológica entre ambos personajes sino por la incompatibilidad cronológica (Agatha Christie, que nació en 1890, difícilmente pudo haber conocido al autor de El capital). Se trata, evidentemente, de una errata del texto: el personaje designado no es Marx sino Max Mallowan, el segundo esposo de Agatha Christie, y la alarma de éste provenía precisamente de los inconvenientes y reticencias con que fue recibida su propuesta de matrimonio por parte de Agatha y sus familiares, debido a la diferencia de edad entre los enamorados. A partir de estos elementos se hace posible el juego de sentidos que nos permitimos intentar. Tal vez la expresión «alarmó de verdad», alarmó verdaderamente al tipógrafo español, provocando su errata y atribuyéndosela a Marx, y ése sería el primer paso del juego. Pero se puede seguir jugando: el incidente entre Max y Agatha pertenece por completo al espacio de lo estrictamente privado, como ocurre igualmente con toda la narrativa de Christie. Y es justamente este espacio de lo «privado» el que, por la omnipresencia discursiva de la «naturaleza humana» a la que aludíamos, se ha convertido en el verdadero motivo de alarma para el marxismo. Cada vez que tuvo que abordar la «naturaleza humana» el marxismo se «alarmó de verdad», pues, invadido por las nociones burguesas sobre el sujeto fue incapaz de «historizar» ?de manera radical? a ese sujeto y no pudo nunca sacarlo de los límites teóricos impuestos por la «naturaleza humana». Mientras tanto, el discurso «privado» de Christie (como síntoma privilegiado y triunfante de la extrema privatización de la ideología) se desplegaba de manera ininterrumpida en la interminable riada de títulos y los millones de lectores (y, sobre todo, lectoras) de la autora inglesa. De ahí la alarma.
¿Podemos, en esta encrucijada, seguir jugando todavía? Inevitablemente, puesto que el juego de la historia no se detiene. Y nuestra única posibilidad de participar en el juego es incrus¬tarnos entre esas dos alarmas (la alarma del tipógrafo, la alarma del marxismo) para intentar «historizar» ?de manera radical, repetimos? la «naturaleza humana» de los relatos de Christie, para intentar mostrar ?modestamente y en la medida de nuestras posibilidades? la «naturaleza histórica» de su «naturaleza humana».

Autor
Colección
LV - Obras Generales
Número en la colección
2
Materia
Obras Generales
Idioma
  • Castellano
EAN
9788498360776
ISBN
978-84-9836-077-6
Depósito legal
GR. 1031/2006
Páginas
264
Ancho
14 cm
Alto
21,5 cm
Edición
1
Fecha publicación
14-06-2006
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