HEREDITAS ROMAE. LA PROVINCIA DE GRANADA EN EPOCA ROMANA

La actual provincia de Granada no es sino una pequeña parte de lo que en tiempos romanos recibía el nombre de Hispania. Es pertinente indicar que su ubicación geográfica nada tiene que ver con las divisiones administrativas de etapas antiguas ni con conceptos geográficos que nos son familiares y que forman parte de las señas de identidad de esta tierra. Debemos hacer un esfuerzo por situarnos en los albores de nuestra historia, en unos tiempos en los que el paisaje y sus habitantes diferían notablemente de los nuestros, donde mundos que ahora están intrínsecamente vinculados (la vega, la costa, las altiplanicies granadinas), en la antigüedad no eran sino regiones de culturas diferentes, con mayor o menor contacto, con una proyección exterior necesaria (los fenicios en la costa y sus actividades comerciales), o más aislados en el interior (las ásperas tierras de la Bastetania y el complejo mundo de los íberos). Debemos tener muy claro que cualquier aproximación histórica pasa por una adecuada contextualización de sus tiempos y sus protagonistas, y, en el caso concreto de Hispania, de lo que esta feraz, pero también aguerrida y dura tierra, representaba en el marco del extenso y, en su tiempo, universal Imperio Romano.
La heterogeneidad cultural de Granada, que sus habitantes han dejado a lo largo de los siglos, posibilita unos estudios de muy amplio calado histórico. Por su ubicación en la Península Ibérica la provincia de Granada ha sido (y sigue siendo) zona de contacto entre Oriente y Occidente, pero también entre el Norte y el Sur. No debe extrañarnos que algunas de las tendencias demográficas contemporáneas, que transitan por el Estrecho, sean continuación de flujos migratorios milenarios, de contactos ancestrales que fluyen por las costas del Mediterráneo. Por el sur, nuestra tierra está abierta a los contactos marítimos desde la segunda mitad del segundo milenio antes de nuestra era (influjos sirio-levantinos antecesores de los fenicios y los micénicos, los griegos que iniciaron la colonización de Occidente), gentes que buscan sus rutas para acercarse al fértil y rico valle del río Betis (hoy el Guadalquivir), y poder acceder a los recursos mineros de la fachada atlántica peninsular y de Sierra Morena. Por el este y el norte, quedamos vinculados con la Cultura del Argar y su extensión hacia la zona de la Meseta —tomando contacto con el complejo mundo de las poblaciones indoeuropeas— y con el substrato étnico donde se gestan las culturas ibéricas del primer milenio antes de nuestra era. Por el oeste, la arteria fundamental es el rio Singilis (Genil), vía que nos lleva a las fértiles tierras del Betis, y por añadidura nos pone en contacto con las culturas de la Edad del Bronce de la fachada atlántica, base inequívoca de lo que, tras el influjo fenicio del primer milenio a.C., derivará en la mítica cultura de Tartessos. Por tanto, mucho antes de la llegada de Roma a estas latitudes, nuestros antepasados ya habían dejado evidencias de su presencia, de su implicación y compromiso con su tierra, sin las cuales no podemos entender lo que sucederá a continuación. No es éste el lugar donde hablar de esos tiempos pretéritos, pero sus restos materiales nos acompañan desde la Prehistoria.
En su momento más reciente los contactos atlánticos y mediterráneos enriquecen aún más el acervo cultural de la Península Ibérica. La impronta directa de las civilizaciones orientales de mano del mundo fenicio integrará el sureste peninsular en la antigua dinámica cultural mediterránea. Elementos africanos y el influjo depurado del helenismo quedarán unidos por Cartago al mosaico étnico y cultural que representa el mediodía peninsular entre los siglos V y III a.C. Dicha heterogeneidad no debe entenderse en clave de conflictividad sino que demuestra una notable integración e interacción en sus componentes, reconducida desde mediados del siglo III a.C. con la llegada de la dinastía cartaginesa de los Bárquidas (237 a.C.) y que Roma desarrollará a partir de 218 a.C. desde una concepción política y socio-económica de mucha mayor envergadura, donde el papel de las tierras hispanas será esencial para el desarrollo de su potencia y dominio en lo que en el futuro se denominará Mare Nostrum.

AGRADECIMIENTOS
INTRODUCCIÓN
PRIMERA PARTE
GRANADA ENTRA EN LA HISTORIA ROMANA (SS. III-I a.C.)
Cartagineses frente a romanos: la entrada de Roma en la Península Ibérica
Los nuevos señores
La forzosa integración
Un simple escenario
Restos arqueológicos en la Granada republicana
SEGUNDA PARTE
LA PAX ROMANA Y EL ESPLENDOR DEL IMPERIO (SS. I-II d.C.)
El marco político
El legado
La ciudad y sus ciudadanos
Los edificios y sus funciones
Los límites y sus inmediaciones
El territorio y su estudio
Las vías de comunicación
Baños y termas
Los recursos mineros
Las necrópolis
TERCERA PARTE
LA CRISIS (SIGLO III d.C.)
La crisis
La dinastía de los severos (193-235 d.C.)
La anarquía militar (235-284 d.C.)
CUARTA PARTE
UN NUEVO MUNDO (SIGLOS IV Y V D.C.)
Epílogo
ALGUNAS CLAVES PARA COMPRENDER LA CIVILIZACIÓN ROMANA
¿En qué basamos nuestras afirmaciones?
La estructura política de la república: S(enatus) P(opulus) Q(ue) R(omanus)
La ciudadanía (ciuitas)
El ejército romano
El cursus honorum
La provincia
La banca y los ciudadanos
Un duro sistema fiscal: los publicanos
El sistema monetario
Los servicios públicos
Colegios sacerdotales
Calendario y fiestas
CUADRO CRONOLÓGICO
BIBLIOGRAFÍA

Colección
Libros de la Brecha
Materia
Historia
Idioma
  • Castellano
EAN
9788490451892
ISBN
978-84-9045-189-2
Depósito legal
GR. 1271/2014
Páginas
296
Ancho
13 cm
Alto
21,5 cm
Edición
1
Fecha publicación
16-07-2014
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