EL PENSAMIENTO LINGÜÍSTICO EN LA CHINA CLÁSICA

Al inicio de estas páginas quiero traer a la memoria a todos aquellos que han hecho posible que este trabajo esté en las manos del lector. Ha sido una tarea de muchos años durante los cuales muchas personas me han animado a seguir adelante con este proyecto, sabiendo el reto que me había planteado.
A los más directos responsables: al desaparecido maestro José Andrés de Molina Redondo; a Pedro San Ginés Aguilar, mi director de tesis, porque su ayuda y su paciencia son responsables de que este libro se haya materializado; a Juan de Dios Luque Durán, Francisco García Marcos y José M. Martín Morillas, quienes un día evaluaron la tesis doctoral en la que se basa esta obra y me animaron desde el principio a publicarla.
A Alicia Relinque Eleta, por tantos y tantos años de amistad, por sus imprescindibles consejos y su infatigable energía para ayudar a los demás.
Al Doctor Juan José Ibáñez Salvador, por compartir nuestros primeros pasos en la fascinante y lejana China y por estar, simplemente, ahí. Su amistad me honra. Y a otro Doctor, Francisco Freire Jorge, por sus ánimos en los momentos más oscuros y porque juntos compartimos muchos «trabajos forzados». Él me entenderá.
A Isabel Cervera por acudir siempre en mi rescate cuando la he necesitado y por su templanza y su saber estar.
A mi desaparecido padre, que siempre trató de educarme para ser buena persona, y a mi madre, por su apoyo y su cariño.
Por último, y por ello con mayor intensidad, a Junko Sazaki, por su paciencia todos estos años, por su respeto y por haber soportado tantos días de ausencia. Sin su comprensión y aliento no estaría hoy donde estoy.